viernes, 9 de julio de 2010

Demagogia agraria

Por: Jaime de Althaus Guarderas
Viernes 9 de Julio del 2010
No cabe duda de que hay en el Perú una propensión malsana a arruinar los mejores logros. Uno de los grandes milagros de los últimos 15 años ha sido la revolución agroexportadora de la costa, luego de la abismal involución producida por la reforma agraria. En 15 años ha surgido una agricultura de exportación no tradicional altamente tecnificada e intensiva en trabajo a la vez —el mejor de los mundos. Pero ya se lanzó un movimiento para poner límites a la extensión de la propiedad agraria. Si se concreta, los inversionistas lo pensarán dos veces antes de invertir, porque quedaría abierta la competencia demagógica por bajar una y otra vez esos límites. Habremos frenado un fenómeno que, en realidad, está recién empezando.
Porque, para comenzar, el área que ocupa esa agricultura no pasa de 100 mil hectáreas de cerca de 900 mil que hay en la costa. Si a ella sumamos otras 100 mil de caña de azúcar, llegamos a las 200 mil. El espacio para la pequeña y mediana agricultura es muy grande, bastante mayor que el que había antes de la reforma agraria. Precisamente, eso es lo interesante de este proceso. Ha supuesto, como es lógico, un cierto proceso de reconcentración de tierras, pero no ha traído consigo la expulsión de personas del medio rural ni la eliminación de la pequeña agricultura. Por el contrario, los jóvenes se quedan en el campo, pues esa agricultura es trabajo-intensiva, y ha emergido una nueva clase trabajadora muy numerosa (más de 250 mil trabajadores) con derechos laborales en un país que casi solo ha producido informalidad. Y con la particularidad histórica de que esos trabajadores no son proletarios. Es decir, conservan, ellos o sus familiares, sus chacras, y en ellas empiezan a introducir mejoras tecnológicas aprendidas en los fundos agroexportadores o nuevas variedades de algodón o maíz. De modo que esa pequeña agricultura está ya en el umbral de la acumulación capitalista. Sin contar la cantidad de parceleros articulados directamente a cadenas agroexportadoras (páprika, marigold, mango, banano orgánico, etc.). Lo que hay es simbiosis, no exclusión.
Y en el caso de las azucareras, sí hay una empresa que ha comprado varios fundos, sumando una extensión mayor a la que tuviera el mayor propietario antes de la reforma agraria, pero no le ha comprado a pequeños o medianos, concentrando tierra, sino haciendas que ya existían. Y así ha podido recuperar ex cooperativas arruinadas y envilecidas por la corrupción, reparando la destrucción ocasionada por la demagogia. Ahora se han recapitalizado y los trabajadores y pensionistas reciben sus pagos puntualmente. Una bendición social.
Por último, todo lo anterior lo que ha hecho es subir astronómicamente el valor de las tierras, de modo que cuando los pequeños venden, sencillamente salen de la pobreza. No dejemos que el populismo vuelva a agredir al pueblo.

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