domingo, 9 de octubre de 2011

“Situación Actual de los pueblos mapuches en Chile”

പോര്‍ Danny Daniel Pajares Torres

I. HISTORIA Y CULTURA MAPUCHE

El término mapuche que significa tierra=mapu, gente=che, es uno de los tantos grupos aborígenes americanos, que han conservado más fuertemente sus creencias, costumbres e identidad y si bien es cierto que el Pueblo Mapuche no había alcanzado el nivel de otras sociedades americanas, no debe menospreciarse su trabajo agrícola, alfarero, textil y, sobre todo, su sana relación con la Naturaleza, vale decir su Ambiente, con los milenarios bosques del sur chileno.
Sus posibles ancestros anduvieron cazando, recolectando y pescando hace unos 6.000 años antes de nuestra era o, quizá más, según los últimos descubrimientos arqueológicos. Mucho más tarde, a comienzos del último milenio, se hicieron horticultores en tránsito a la fase agro-alfarera.
Dos complejos culturales, Pitrén y El Vergel descubiertos recientemente en cementerios analizados por especialistas indican que desde el Bío-Bío hasta Llanquihue existió una cultura cuyo fechamiento radiocarbónico data de más de 600 años d.c., para el caso de Pitrén, forjadora de una alfarería con figuras zoomorfas, antropomorfas y jarros con asas, pintados de rojo y negro. Sus artífices tuvieron contacto o recibieron la influencia de las culturas del actual Chile central. La cultura El Vergel -ubicada en las cercanías de la ciudad de Angol- sería posterior, después del año 1.000 d.c., con un mayor desarrollo agrícola y, sorprendentemente, con un conocimiento minero-metalúrgico reflejado en aros de cobre encontrados por los arqueólogos. Cabe suponer entonces que estaban en contacto con pueblos del complejo Aconcagua y otros de la zona central, denominados picunches (mapuches nortinos) por estar al norte del asentamiento fundamental mapuche del río Bío-Bío al sur.
En fin, estos hallazgos muestran una vez más lo erróneo, según la cual los mapuches provenían de la Argentina, metiéndose como una franja en el actual territorio chileno del sur ya que antes de la conquista española, la sociedad mapuche tenía un modo de producción comunal; definición no compartida por quienes han afirmado enfáticamente: los modos de producción solamente se originan en las sociedades de clase. A nuestro modo de comprender, el requisito para definir un modo de producción no es solamente la organización del trabajo sino la articulación entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción, componentes que no deben escindirse, las cuales forman parte de un todo: Formación Social. Esta interrelación se produjo en las culturas agro-alfareras americanas, incluida la mapuche, pues hubo una articulación de las fuerzas productivas (instrumentos de trabajo, apropiación de frutos de la naturaleza, tierras, etc.) y de las relaciones de producción de tipo comunal; es decir, hubo un régimen y una organización social del trabajo en la comunidad mapuche.
Todo ello, basado en la posesión -no propiedad- colectiva de la tierra y en la redistribución de parcelas en usufructo por cada unidad gentilicia, en conclusión se tiene que la formación Social mapuche tuvo un modo de producción comunal, es decir, hubo un régimen y una organización social del trabajo en la comunidad mapuche. Todo ello, basado en la posesión -no propiedad- colectiva de la tierra y en la redistribución de parcelas en usufructo por cada unidad gentilicia. Conclusión: la Formación Social mapuche tuvo un modo de producción comunal.
Esta sociedad, similar a otras originarias, tenía una economía de subsistencia y un pequeño excedente, el cual se reinvertía en obras generales para bien de la comunidad y, a veces, en el intercambio comercial, a base del trueque. Si bien no existía una producción generalizada de mercancías, de todos modos se daba un principio de mercado, por ejemplo, de los tehuelches con los chonos y veliches de la isla de Chiloé y de los mapuches con los huiliches y picunches. Ambos del mismo tronco; sólo se les nombraba de ese modo porque estaban al sur y al norte, respectivamente, de quienes habitaban entre los ríos Bío-Bío y Toltén.
En mayor escala comerciaban los pueblos integrantes del imperio azteca con los del Centro y Sudamérica, como lo han demostrado las investigaciones de las últimas décadas. Por lo tanto, es un error de los economistas neoliberales decir que el mercado comenzó con el advenimiento del capitalismo. Mercado existió en las milenarias culturas asiáticas, africanas y americanas desde el momento en que los pueblos iniciaron la fase de intercambio comercial a través del trueque. Posteriormente, con la aparición de las sociedades de clase -como el esclavismo, el feudalismo y, sobre todo, el capitalismo- el intercambio se amplificó hasta dar paso en el siglo XVI a la apertura del comercio mundial.
Los mapuches, como otros pueblos agro-alfareros americanos, tuvieron un régimen social que rebasaba los meros lazos sanguíneos. Las relaciones de parentesco surgieron como resultado de una necesidad socio-económica de quienes se nucleaban en una comunidad que planteaba exigencias distintas a las de la fase recolectora. El parentesco de los pueblos agro-alfareros fue el resultado de un proceso cultural, no natural.
La organización gentilicia de los mapuches se basaba en lazos de parentesco funcionales a la posesión colectiva de la tierra y de los pastos, cerros y aguas, de uso común. El trabajo se realizaba mediante la cooperación simple, es decir, actividad conjunta para ejecutar labores de interés comunitario con distribución igualitaria.
En el seno de la comunidad mapuche se daba una descendencia matrilineal, que a veces se ha confundido con la existencia de un régimen de matriarcado. El destacado papel de la mujer en los pueblos agro-alfareros derivaba de su relevante función pública: cultivaba la tierra, trabajaba la alfarería y elaboraba los tejidos con su creativo telar. Su pareja debía residir en el clan de la mujer. Los hijos llevaban la filiación y el totem de la madre, práctica vigente hasta fines del siglo XIX. El hombre no podía hacer pareja con una mujer del mismo clan, pero era lícita la relación sexual entre hijos e hijas del mismo padre, pero de totem diferente. En Mapudugún (lengua de la tierra) se encuentran palabras que indican esta relación: "lacutún", unión entre abuelo y nieta; "lamuentún", entre hermano y hermana de padre. Durante la Colonia se dictaron reglamentos con el fin de prohibir estas uniones, las cuales para los españoles constituían pecados monstruosos, en cambio, para los mapuches algunos matrimonios entre españoles eran incestuosos, especialmente entre primos, si estos eran hijos de tías maternas y, por ende, del mismo totem.
Se puede decir que a diferencia de los pueblos recolectores y cazadores en las comunidades agro-alfareras sedentarias empezó a estimarse a la mujer como garantía social de la reproducción, dadora de líneas de descendencia o filiación, base del parentesco para impedir el incesto con los del mismo clan. La importancia de la mujer no solamente residía en el papel desempeñado en las labores agrícola, alfarera y textil, sino también por su relevante actividad en el plano mágico-religioso, en el culto a las diosas de la fertilidad; en el caso de la sociedad mapuche es conocido el connotado papel que jugaba y juega la Machi.
Lejos de nosotros la idea de que la comunidad mapuche funcionara exactamente igual a la de otras sociedades agro- alfareras. No siendo de origen mapuche, siempre he sido muy cuidadoso en la interpretación de la cosmovisión de esa cultura, error que han cometido reiteradamente los historiadores y antropólogos no mapuches. Sólo aspiro a entregar -basado en investigaciones sobre otras culturas agroalfareras un aporte teórico para discutirlo con colegas y, especialmente, con las mujeres y hombres del pueblo-nación mapuche.
Antes de la invasión española, la sociedad mapuche no mostraba signos evidentes de desigualdad social como se dieron en las culturas de los imperios Inca y Azteca, y menos un embrión de estado. No existían castas sacerdotales ni militares. No acostumbraban a obedecer a ningún amo, Jamás fueron oprimidos por otros pueblos ni pagaron tributos, como las comunidades dominadas por los incas y aztecas. En carta de 1610 a las autoridades españolas -publicada más tarde por José Toribio Medina en la Biblioteca Hispano-chilena, tomo II, p. 83- el padre Luis de Valdivia manifestaba: "la razón porque no conviene imponerles tributo es porque éstos (indios) no han tenido cabeza, porque no han tenido jamás gobierno político sino por parentelas, y así a ningún indio reconocen y ninguno se puede obligar en nombre de todos a cobrar y dar los tributos de los demás y al que tomase ese oficio le matarían luego". Esta carta es una prueba más de que los mapuches no tenían ningún tipo de estructura de dominación a la cual pagar tributos.
Por esta causa -decía el Padre Rosales en Historia del Reyno de Chile, página 122 "no sólo resistieron al señorío de el Inga, sino que jamás quisieron admitir Rey ni Gobernador ni justicia de su propia nación, prevaleciendo siempre entre ellos la voz de la libertad". Ya lo había dicho Alonso de Ercilla y Zúñiga: la gente araucana "no ha sido por rey jamás regida ni a extranjero dominio sometida"

1.1 ORGANIZACIÓN SOCIAL

Los mapuches se organizaban en una estructura llamada sociedad segmentada, que eran un conjunto de grupos relacionados por el parentesco y el territorio, los que a pesar de compartir costumbres comunes no poseían una unidad política.
El centro de este grupo llamada Tribu era el linaje que estaba integrado por familias que descendían de un antepasado común el Pillán. El jefe civil de estos era el lonko un hombre de edad y quien dirigía el grupo familiar el cual podía aconsejar pero no mandar ni hacerse obedecer. El linaje incluía el poseer un territorio propio, el cual era delimitado y resguardado de la intromisión de cualquier vecino. En él se ubicaban las familias extendidas, formadas por el padre, la o las madres, los hijos varones casados, sus esposas y vástagos. Una familia así ocupaba de siete a ocho rucas. Los linajes emparentados formaban una agrupación mayor, que era dirigida por el cacique o curaca, quien presidía las ceremonias religiosas y actuaba como juez cuando ocurrían desacuerdos entre miembros del linaje.
De los territorios ocupados, los mapuches generalmente elegían las orillas de los ríos. Sin embargo, luego de la llegada de españoles subdividieron sus territorios en distritos, repartidos en la costa, el valle central y la pre cordillera, a los que llamaron vutalmapu. A su vez varios vutalmapu conformaban los aillarehue o uniones de tribus.Los grupos familiares vivían dispersas y separadas por considerables distancias que les impedían constituir aldeas o pueblos.










1.2 ORGANIZACIÓN POLÍTICA

La organización política de los pueblos mapuche se realizaban a partir de la asunción al mando por sus líderes mapuches que debían tener las cualidades distintas que una persona de su misma cultura, las cuales siempre son en beneficio de la comunidad el cual también tendrá el apoyo de los demás integrantes de su regua o linaje estas características deben ser : Prestigio(frente a los demas), habilidad(en la caza, guerra etc.), generosidad(ayudar a todos), riquezas(para demostrar su superioridad) ademas debe ser crítico y juicioso.


AILLAREHUE

1.2.1 Los lideres mapuches Lonco - toqui.
Lonco: es el jefe permanente, el cual se encontraba a cargo de un grupo de personas; este tiene aspectos religiosos y administrativos a cargo. Había uno por linaje o regua, que hubiera en la comunidad, vivían en comunidad, lo que en algunas ocasiones producía disputas por los territorios. El lonco podía ser elegido de tres maneras: - ser nombrado por su familia - Ser elegido por una asamblea o por su familia - También se podía autoproclamar.
Toqui: es el que se encarga de manejar todo lo relacionado con la guerra, este debe tener aun más habilidades que el lonco, y una actitud más fuerte, ya que de él depende la supervivencia de muchas personas. Debe ser un hábil guerrero, debe hacerse obedecer por quienes entren a la guerra con él, debe conocer el territorio como nadie de los que están en guerra.
El toqui al igual que el lonco, son encargados de buscar el bienestar de la regua. Estos en el momento de guerra se unen dejando todas las diferencias que podían tener anteriormente, ya que ante una situación así debían estar unidos para bloquear el paso de los españoles, las cuales se denominaban las ayllareguas(uniones de tribus).

















TOQUI LAUTARO

1.3 UBICACIÓN GEOGRÁFICA

Antes de la ocupación europea, la población mapuche se extendía entre la actual ciudad de Copiapó y el archipiélago de ChiIoé; sin embargo, a la llegada de los españoles, la población se concentra principalmente entre los ríos Bío-Bío y Toltén, existiendo al sur del último y hasta Chiloé, una zona con clara influencia cultural mapuche.
Los lof, (grupos de parientes consanguíneos que vivían agrupados en comunidades que obedecían a un solo Ionko o cacique, independientes entre sí y constituidos por quince a veinte familias aproximadamente), se agrupaban en tres zonas geográficas paralelas conocidas como butal-mapu. Estos se extendían vertical e imaginariamente entre el Bío-Bío y el Toltén, ordenándose según la topografía circundante: la zona correspondiente a la Cordillera de los Andes y sus faldeos, inapire- mapu (país subandino); el territorio de los valles intermedios, Ielfun-mapu (país llano); y las tierras comprendidas entre la Cordillera de la Costa y el Océano Pacífico, Iafquen-mapu (país marítimo).
La distribución o ubicación del pueblo mapuche en el país chileno dependía entre otras cosas de sus actividades económicas como lo muestra la siguiente imagen:



1.4 VESTIMENTA MAPUCHE

La vestimenta mapuche era tejida por las propias mujeres mapuches, cuya principal actividad era el hilar, ya que lo hacían gran parte del tiempo.
El hilado se efectuaba con un kulio (huso), telar vertical para las prendas de mayor tamaño como mantas, ponchos y cobertores. Antes de ser hiladas, las hebras se teñían con tintes vegetales en diferentes colores: rojo, marrón rojizo, tonos morados, blanco, amarillento, obtenidos del color natural de la lana.
A continuación, vestimentas características de hombres y mujeres mapuches:
1.4.1 Vestimenta Masculina:
Chiripa: Pantalón formado por un rectángulo cuyos extremos se pasaban por las piernas, sosteniéndose a la cintura.
Chamal: Túnica corta sin mangas que se inmovilizaba a la cintura con una faja. Coronaban estas prendas un poncho tejido y largo, reales objetos artísticos. Cuanto más impresionante fuese el manto, mayor jerarquía demostraba tener su poseedor.

1.4.2 Vestimenta Femenina:
Kepán: Túnica recta y hasta los tobillos , con una serie de gráficos tejidos que determinaban el estatus de la dama.
Otra parte fundamental de la vestimenta eran las joyas de plata, que eran usadas por las mujeres, quienes tenían el hábito de llevarlas siempre. Adornos para el cuello, collares (o sikil) alfileres para la cabeza, prendedores (tupu), etc.
Actualmente, los mapuches tienen una vestimenta similar a la descripta pero más simplificada, sumándole en el caso de las mujeres, amplias polleras de diversos colores y diferentes diseños. En el caso de los hombres, el vestido típico se fue abandonando, reemplazándose por una vestimenta normal de campesino, respetando del tradicional, el poncho tejido y agregándole el sombrero de paño.










CAPITULO SEGUNDO

II. LA RESISTENCIA MAPUCHE A LA COLONIZACIÓN ESPAÑOLA


El estudio comparativo de la resistencia aborigen a la conquista, muestra que los mapuches fueron los que mayor resistencia opusieron de todos los pueblos originarios de América, además de los Cañari del sur ecuatoriano. En carta de 1664 al rey de España, Jorge Leguía y Lumbe informaba que en Chile "hasta entonces habían muerto en la guerra 29.000 españoles y más de 60.000 auxiliares" (carta reproducida por Ricardo E. Latcham: La capacidad guerrera de los araucanos, p.39, Santiago, 1915). A fines del siglo XVI, Felipe II se quejaba porque la más pobre de sus colonias americanas le consumía "la flor de sus guzmanes". En esta guerra de carácter defensivo, los mapuches crearon formas inéditas de lucha, como la combinación de la guerra de guerrillas con la guerra móvil, hecho no por casualidad poco difundido y menos estudiado, a pesar de ser latamente descrito por los atónitos cronistas Construían empalizadas en los alrededores de los poblados o entre una y otra ciudad para cortar las comunicaciones de los enemigos, como el "pucará" de Quiapo entre Cañete y Concepción; cavando grandes pozos, camuflados, que llenaban de estacas, distintos a los pozos utilizados por las legiones romanas contra la caballería. Su uso contra la infantería fue una creación mapuche, según los expertos en estrategia militar. Los mapuches también crearon la infantería montada, que les daba una gran movilidad, con capacidad para dar batallas y retirarse cuando lo estimaran más adecuado. Precisamente, la infantería montada fue uno de los puntales de la guerra de guerrillas combinada con la guerra móvil, que a su vez estaba coordinada con rebeliones de sus hermanos explotados en las encomiendas. La imagen de los mapuches como "pueblo guerrero" fue, contradictoriamente, difundida en la segunda mitad del siglo XIX por los militares victoriosos en la Guerra del Pacífico, al decir con orgullo que su espíritu guerrero, capaz de derrotar a los ejércitos peruano y boliviano, tenía como ancestro a los mapuches, a ese pueblo guerrero que durante siglos puso en jaque a las tropas españolas.
Esta versión se fue haciendo tan generalizada que en 1944 un alto oficial, llamado Indalecio Téllez C., publicó un libro titulado Una Raza Militar, donde puso de manifiesto la capacidad guerrera de los mapuches, fuente de inspiración del "espíritu guerrero de los militares chilenos, demostrado en mil combates".
Eso mismo me dijo en el Campo de Concentración del Estadio Nacional en octubre de 1973 un oficial que me interrogaba, bajo tortura: ¿sabe usted, prisionero de guerra, a qué se debe el triunfo tan rápido del pronunciamiento del 11 de septiembre?. A que somos una raza militar, como los mapuches...
Esos mapuches tan elogiados por su espíritu guerrero fueron, bajo la dictadura de Pinochet, masacrados y discriminados precisamente por los susodichos "herederos de la raza militar mapuche".
2.1 LA GUERRA DEL ARAUCO

Nadie niega que los colonialistas se dieron una táctica relativamente nueva en el siglo XVIII ante la imposibilidad de derrotar a los mapuches. Esta maniobra táctica fue también empleada por otras autoridades en algunas colonias hispanoamericanas. En el Chile colonial, la táctica consistió en plantear algunas relaciones comerciales y establecer acuerdos con ciertos lonkos (mal llamados caciques) que culminaron en pactos y Parlamentos, que generalmente no se cumplieron.
En primer lugar, las autoridades españolas se vieron obligadas a dar este paso táctico al darse cuenta de que era muy difícil vencer a los mapuches. En segundo lugar, con la apertura de relaciones comerciales y acuerdos políticos con ciertos lonkos trataron de neutralizar la resistencia mapuche, la cual demandaba un gran desgaste de hombres y dinero, como lo atestiguanlos propios documentos oficiales.
Por eso, el historiador Villalobos tiene cierta razón, pero desde la óptica de las autoridades españolas del siglo XVIII, siempre y cuando se considere que era una táctica coyuntural, al servicio de la estrategia permanente de dominación. También tiene razón cuando señala que hubo fases de alta y baja intensidad, pero no la tiene cuando afirma en su escrito Relaciones fronterizas en la Araucanía que hubo una fase inicial muy violenta, la cual se fue diluyendo con las relaciones comerciales, el trabajo misionero y los cambios culturales.
En fin, para el colega, se produjeron estallidos, pero más bien respondieron a esta "íntima relación" más que a un proceso de conquista: "es lo que siempre ha sucedido con las luchas de larga duración, entre dos pueblos separados por grandes diferencias culturales, y el choque violento termina con una compenetración a impulso de las mutuas necesidades, y tanto la cultura, como las formas de vida, se entrelazan a ambos lados de los confines

2.2 LA PACIFICACIÓN DE LA ARAUCANÍA

Este proceso, que no tuvo nada de "pacífico", se inició en la década de 1860 y finalizó en 1883 con la derrota de los mapuches, consolidándose así el proceso que, en rigor, puede calificarse de expansión de la frontera interior por la vía de las armas, como sucedió en Argentina con la "Campaña al desierto" y en Estados Unidos con la "Campaña del oeste", tan magnificada por las películas de cowboys.
El período anterior, cuyos inicios comienzan con el triunfo de la Revolución por la Independencia, ha sido escasamente estudiado en lo relacionado al conflicto de la sociedad chilena y mapuche. Se supone, entonces, que durante más de medio siglo no hubo guerra en el sentido bélico. Nuevas investigaciones podrían poner de manifiesto rebeliones mapuches, ocultadas por los documentos oficiales, única fuente "primaria" para los historiadores tradicionales.
El conflicto entre ambas sociedades se mantuvo con la misma agudeza. Es cierto que el gobierno de O´Higgins se comprometió a respetar el Parlamento de Quilín, celebrado el 6 de enero de 1641, según el cual el territorio entre el Bío-Bío y el Toltén era autónomo y perteneciente a las comunidades mapuches, acuerdo ratificado -por lo menos en palabras- el 13 de febrero de 1726por el Parlamento de Negrete; Inclusive, O'Higgins hizo un llamado a "nuestros hermanos los habitantes de la frontera del Sud" -publicado el 13 de marzo de 1819 en la "Gazeta Ministerial de Chile"- donde manifestó:
"Ya no os habla un Presidente que siendo sólo un siervo de España afectaba sobre vosotros una superioridad ilimitada; os habla el jefe de un pueblo libre y soberano, que reconoce vuestra independencia, y está pronto a ratificar este reconocimniento por un acto público y solemne, firmando al mismo tiempo la gran Carta de nuestra alianza para presentarla al mundo como el muro inexpugnable de la libertad de nuestros Estados. Contestadme por el conducto del Gobernador Intendente de Concepción a quien he encargado trate esto tan interesante, y me avise de vuestra disposición para dar principio a las negociaciones. Entre tanto aceptada la consideración y afecto sincero con que desea ser vuestro verdadero amigo. Bernardo O'Higgins".

Como prueba de su actitud, suprimió el cargo de "Protector de Naturales" por innecesario. El decreto-ley del 10 de junio de 1823 estableció que "lo actual poseído, según lei, por los indígenas, se le declare en perpetua i segura propiedad". Sin embargo, contenía una disposición desfavorable para el pueblo mapuche, al establecer: "las tierras sobrantes se sacarán a pública subasta".
De este modo, los gobiernos de turno quedaban con las manos libres para rematar las tierras fiscales, las cuales pronto pasaron a manos de colonos chilenos y extranjeros, particularmente alemanes.
El gobierno conservador-autoritario de Manuel Montt coaccionó a los mapuches a vender parte de sus tierras, como fase inicial de un plan de colonialización de mayor envergadura en la zona de la Frontera. El ojetivo: la liquidación de la posesión colectiva de la tierra y la implantación de la pequeña propiedad privada.
La estrategia fue diáfanamente expuesta por el Intendente de Arauco en nota del 3 de mayo de 1854 al gobierno: "Hay para mí un pensamiento más elevado a que atender, y éste consiste en que una vez desarrollado el plan propuesto, puede hacerse extensivo el beneficio entre las propiedades de los mismos indios adoptando a este respecto la base del pensamiento expuesto aunque los indios sean diversos, pues estoy plenamente convencido que la comunidad de bienes es lo que constituye en gran parte la barbarie de aquellas gentes y si se obtiene la divisibilidad perfecta de la propiedad entre ellos, puede decirse que se ha fijado lo principal para la reducción y civilización del territorio araucano". (Citado por Ricardo Donoso y Fanor Velasco: Historia de la constitución de la Propiedad Austral, 2da.edición, ICIRA, Santiago, 1971, p. 60).
Este fue el verdadero contenido de la llamada política de "integración" o "asimilación" del pueblo mapuche a la sociedad chilena, tan magnificada por ciertos historiadores. En su reciente Historia del Pueblo Mapuche. Siglos XIX y XX, Ed. SUR, p. 155, José Bengoa sostiene que jamás hubo una verdadera integración. Hubo efectivamente una relación comercial, pero sobre la base de una sociedad mapuche políticamente independiente: "La sociedad mapuche de la primera mitad del siglo XIX fue muy flexible ante la influencia externa, justamente por poseer una libertad territorial y política completa (...) Cuando existe independencia política total, una sociedad puede exponerse abiertamente al cambio cultural, no teme desaparecer (...) Creemos que esta paradoja explica el que, a pesar de los contactos existentes entre la sociedad Chilena y Mapuche contacto fronterizo no se hubiera liquidado la cuestión de Arauco, la cuestión indígena (...) Se trataba de dos aspectos diferentes de la sociedad Mapuche, uno referido a su desarrollo, la apertura- y el otro -la independencia territorial y política ligado a su supervivencia".
La mayoría de los lonkos, en defensa de la tradición comunitaria, trataron de detener el proceso de venta de tierras que algunas familias de Nacimiento, Negrete y Arauco estaban consumando. Una carta de Bernardino Pradel, fechada en Chillán el 29 de junio de 1862, narraba que "los caciques viejos creen que todas las tierras en que habitaban las diferentes tribus son nacionales, y que para vender es necesario consultar la voluntad de la nación, so pena de la pérdida de vida el que vendiese".
Los jueces de la zona de la Frontera legalizaron los fraudes. Pedro Ruiz Aldea denunciaba -en un manuscrito de 1860, recopilado por el archivo Vicuña Mackenna en el volumen 50, pieza 16- que "los indios se vieron en poco tiempo despojados de sus haciendas (en la provincia de Arauco), impedidos de apacentar sus rebaños y aherrojados con el pretexto de que eran revoltosos. Se hizo más, se les trajo a la cárcel, se les mantuvo a pan y agua y se les propuso la escritura de venta, en este estado de aberración mental, como una condición de obtener su soltura. Las infelices víctimas compraban de esta manera su libertad y el derecho a regresar a su patria, pero para colmo de oprobio no les daban, como les prometían el valor de los terrenos enajenados (...) También había casos en que el contratante que compraba 5.000 cuadras, por ejemplo, regalaba 1.000 a la autoridad para que hiciese la vista gorda y allanase los tropiezos".
Los mapuches, disconformes con estos abusos participaron en las revoluciones de 1851 y 1859, lideradas por las provincias agobiadas por el centralismo de la capital. La guerra civil, iniciada en Concepción, se extendió a la zona sur. Importantes sectores mapuches se plegaron al proceso revolucionario con el fin de recuperar sus tierras y con la perspectiva de obtener ganado como parte del botín de guerra. El general Cruz, jefe de la insurrección penquista, había entablado relaciones con los lonkos Pichum, Pinolevi, Colipí, Monchi, Güempil, Calbún, Tragumil y otros. El periódico "El Boletín del Sur" de octubre 1851 informaba sobre el respaldo mapuche: "Parece que el ofrecimiento era de dos mil lanzas que valen un ejército". La participación en la revolución de 1859 abarcó un mayor número de comunidades mapuches que la del 51, adquiriendo contornos de un levantamiento generalizado en defensa de sus tierras y por sus propias reivindicaciones históricas. A través del apoyo al sector liberal de oposición, los mapuches quisieron expresar su abierta resistencia al plan de colonialización del gobierno autoritario de Montt. Decía Ruiz Aldea en el manuscrito citado: "la sublevación de 1859 la consideraron los araucanos como una oportunidad de vengarse de los agravios que habían recibido (...) El indio ve con amargura sus campos cultivados por extraños, poblados de intrusos; i para reconquistarlos no piensa en la justicia, porque por mandato de ella ha sido despojado, i esa justicia también no hace nunca para el desvalido; el indio toma la tea enfurecido i llevando adelante la devastación vuelve a quedar dueño i señor de lo suyo".
Los mapuches se aliaron circunstancialmente con los liberales para aprovechar los roces entre "winkas" –como lo habían hecho tácticamente mil y una vez- para defender su territorio, su independencia y su autonomía, permanentemente torpedeada por el gobierno central de Santiago.
El nuevo levantamiento general mapuche se inició en Negrete, dirigido por el lonko Mañil, propagándose a Nacimiento y Los Angeles. Varios diarios, como "El Correo del Sur" del 23 de abril de 1859, destilaron odio, exigiendo el exterminio de los mapuches, en un tono rabiosamente racista: "La necesidad no sólo de hacer un escarmiento sobre la raza araucana, sino la de reducirla a la impotencia de hacernos mal alguno, es en el día tan reconocida, que casi no hay quien no pida esa medida, como el único remedio para curar al país de millones de males. Se comprende muy bien que son unos huéspedes odiosos y perjudiciales para Chile".
El redactor no sólo era racista sino también ignorante, pues al parecer no sabía que los mapuches fueron el primer pueblo que habitó esa región. En todo caso, los huéspedes eran los chilenos y alemanes que se apoderaron de sus tierras por la vía de las armas del "invicto" Ejército chileno.
El levantamiento general mapuche continuó cerca de un año, a pesar de la derrota de la oposición liberal en abril de 1859. Cuatrocientos lonkos se reunieron en agosto de ese mismo año para coordinar la contraofensiva. El 12 de noviembre cercaron Nacimiento; el 17 de febrero de 1860, unos dos mil hombres arrasaron Negrete. Poco después, solicitaron una tregua ante enemigos que habían sido reforzados con nuevos contingentes enviados desde Santiago.
Sus "rucas" sirvieron de refugio a revolucionarias, como Rosario Ortiz, "la Monche", quien combatió con el fusil y la pluma por un Chile más igualitario a través del periódico "El Amigo del Pueblo".
Dos fenómenos de carácter económico apresuraron la ofensiva militar denominada "Pacificación de la Araucania": uno, el aumento de las exportaciones de trigo a California y Australia y otro, el inicio de la explotación intensiva de las minas de carbón, vecinas del territorio mapuche.
Pronto, se redobló la relación comercial con ciertas comunidades con el fin de mediatizar el conflicto, provocar divisionismo entre ellas y neutralizar las rebeliones. El papel corrosivo del capital comercial estimuló la apertura de ferias en algunas aldeas y el contrabando de ganado, que venía practicándose desde el lado argentino hacía más de un siglo, como lo ha demostrado Leonardo León.
En un libro publicado en Los Angeles en 1868, titulado Los araucanos y sus costumbres, Pedro Ruiz Aldea -testigo de época- anotaba en la página 22 que en Nacimiento algunos mapuches transaban las siguientes cantidades: 15.000 animales, 25.000 fanegas de trigo y 5.000 quintales de lana por prendas de plata, camisas, añil, pañuelos y casacas; y que "en el departamento de Santa Juana se avaluaba su comercio con los indios en 50.000 pesos".
Las arbitrariedades cometidas por los comerciantes motivaron los siguientes comentarios del viajero Paul Treutler en su libro Andanzas de un alemán en Chile. 1851-1863, p. 388: "Adquirían una vaca de dos años por 5 onzas de añil, es decir 0,75 pesos y la revendían por 3,75; compraban los caballos a 5 pesos en añil y los vendían a $22. El aguardiente era el producto que les daba las mayores utilidades". Paralelamente, el Estado preparaba nuevas leyes, como la del 4 de diciembre de 1866, sobre los "títulos de merced", tomando como antecedente las "reducciones" del período colonial.
Así comenzó a codificarse la política de radicación, es decir, fijar un lugar delimitado a las comunidades, y con títulos individuales a nombre del jefe de familia, institución ajena a las tradiciones comunitarias de los mapuches, que violentaba el criterio de posesión colectiva de la tierra e imponía la propiedad privada.
La respuesta no se hizo esperar, sobre todo cuando el Ejército de la Frontera, jefaturizado por el coronel Cornelio Saavedra se internó al sur del Bío-Bío, como parte del plan de avanzar la línea de la frontera interior hasta Malleco. Los mapuches, encabezados por Quilapán (mejor con K), hijo de Mañil, hicieron una junta en Quecheraguas con el fin de planificar la resistencia.En diciembre de 1867 -según el periódico "El Meteoro" de los Angeles- había "de a 4.000 a 5.000 indios reunidos en las montañas de Chihuaihue. Los de Moquehua, Boroa y el Imperial están viniendo en auxilio de los otros indios".
Los "arribanos", que vivían en la cordillera, dirigidos por Kilapán, lograron coordinar el levantamiento con los "abajinos" de la costa. "Por caminos que ellos conocían muy bien –anotaba Tomás Guevara en el tomo III, p. 345, de su Historia de la Civilización de la Araucanía, publicada en 1902- y favorecidos por los bosques tupidos que entonces había, cruzaron la cordillera de Nahuelbuta al poniente de Angol y fueron a salir al norte del río Malleco".
Las tres mil lanzas de los abajinos, comandados por Catrileo, Coñoepan, Marileo y Painemal, se sumaron a las de los arribanos, logrando triunfos parciales en Traiguén, Curaco y Perasco, mediante su ancestral táctica de guerra móvil combinada con la guerra de guerrillas.
En enero de 1869, unos 1.5000 mapuches fueron rechazados en Chihuaihue por el Ejército al mando del general José Manuel Pinto. Los mapuches reorganizaron sus fuerzas y atacaron Angol. Ante la importancia del levantamiento, el Ministro de Guerra, Francisco Echaurren, decidió reforzar las tropas y marchar hacia Cautín. En la zona costeña, el coronel Saavedra había ocupado Tucapel y Cañete, sofocando la rebelión de 1.500 abajinos en Purén. Entonces, los mapuches se vieron obligados a celebrar un acuerdo en Angol el 25 de septiembre de 1869, el cual violaron los militares, consecuentes con su tradición de irrespeto a los derechos de los pueblos originarios.
Por eso, las indómitas huestes de Kilapán, en número de 3.000, volvieron a la carga. El 25 de enero de 1871 se lanzaron al asalto de Collipulli, donde fueron derrotadas por un Ejército regular de 2.5000 soldados. Las modernas armas automáticas y las líneas telegráficas permitieron a los jefes militares enfrentar la táctica guerrillera de los mapuches.
Después de tres años de combate terminaba el octavo levantamiento general de los mapuches. En los anteriores (1550, 1598, 1655, 1723, 1766, 1818, 1859-60), habían logrado que sus enemigos no pasaran más allá del Bío-Bío. En cambio, a partir de la década de 1870 el ejército regular comenzó a controlar nuevas zonas hasta el río Malleco. El último levantamiento general se inició a fines de 1880, aprovechando la coyuntura de la Guerra del Pacífico. El envío masivo de soldados al Perú había debilitado el Ejército de la Frontera interior, pues la exterior era más importante, sobre todo por la apetecida conquista del salitre. No era la primera vez en la historia que los mapuches aprovechaban la guerra entre "huincas" (mejor, winkas, en mapudugun) para reiniciar la lucha por la recuperación de sus tierras.
La coyuntura escogida para el comienzo de la rebelión general era altamente favorable, pero las condiciones objetivas habían cambiado. Un número creciente de comunidades estaba permeada por la penetración del capital comercial. El avance de la línea de la frontera hasta el río Malleco y el remate de las tierras para facilitar el asentamiento de los colonos, había permitido a los winkas consolidar bases sociales más firmes en las zonas arrebatadas a los mapuches. Ya no se trataba para el gobierno de iniciar la ofensiva desde el Bío-Bío, como antes, sino de partir desde terrenos más sureños, contando con una sólida retaguardia socio-económica. No sólo se había estrechado el escenario para la guerra móvil de los mapuches; también la instalación de una red de líneas telegráficas en la región facilitaba las operaciones del ejército regular, pertrechado ya con el moderno fusil de repetición Remington, arma clave en aquella época para las fuerzas de infantería.
Estos factores, sumados a la campaña coordinada de los ejércitos chileno y argentino en contra de los pueblos originarios de ambos lados de la cordillera, determinaron en 1882el aplastamiento de la resistencia mapuche en el siglo XX. Pero no se la llevaron tan fácil. El 27 de enero de 1881, unos 3.000 mapuches atacaron Traiguén arrasando con las haciendas y el ganado, en represalia por los abusos de los invasores, como decía un lonko al coronel Gregorio Urrutia:"Mira lo que han hecho conmigo, violaron y mataron a mis mujeres y también asesinaron a mis hijos, ¡y cómo queréis entonces, coronel, que no me subleve cuando se me trata así!. Mira coronel: preferimos morir todos con la lanza en la mano y no asesinados en nuestra casa por tus paisanos" (Diálogo reproducido por Horacio Lara en la página 394 de su libro Crónica de la Araucanía, editado en 1889).
En febrero de 1881, los mapuches atacaron dos caravanas de carretas, inflingiendo más de 100 bajas a sus enemigos de siempre. La llegada de refuerzos permitió al Ejército de la Frontera derrotarlos en los cerros de Ñielol, mientras era frustrado el ataque simultáneo de 8.000 mapuches a las plazas de Temuco y Lumako.
Téngase en cuenta que el uso en aquellos años del nombre de "Ejército de la Frontera" estaba indicando que la frontera sur de Chile llegaba sólo hasta la zona mapuche, mientras la del norte se situaba en Copiapó. En otras palabras, hasta 1880 el territorio chileno abarcaba de la provincia de Copiapó al río Bío-Bío, además de Magallanes. Recién con el triunfo en la guerra del Pacífico -que incorporó la región boliviana de Antofagasta y la peruana de Tarapacá- y "gracias" al despojo del territorio del pueblo-nación mapuche, nuestro país es lo que es. El general Urrutia se dispuso a preparar el ataque final. Consistía en batir a los mapuches en uno de sus últimos reductos de Villarrica, mediante un plan coordinado con el ejército argentino que había logrado arrinconar a los puelches en la zona de Neuquén.No era la primera vez que ambos ejércitos se coaligaban para coordinar sus campañas de exterminio de los pueblos originarios.
Desde la época colonial, las autoridades de Santiago y Buenos Aires venían logrando acuerdos para realizar acciones conjuntas con el fin aplastar a los mapuches. El gobernador de Chile, Guill y Gonzaga, en carta del1º de mayo de 1767 planteaba al rey de España la necesidad de desarrollar "un plan sostenido de operaciones en combinación con el gobierno de Buenos Aires".
Por su parte, los mapuches de un lado y otro de la majestuosa cordillera estaban en contacto permanente para defenderse de la ofensiva militar de los españoles. Durante la República, numerosos lonkos que operaban en las pampas argentinas eran de origen mapuche. Uno de los más destacados, Juan Kalfucurá, puso en jaque al ejército argentino entre 1850 y 1860. Su hijo, el bravo Namuncurá, hizo frente en numerosas oportunidades a sus tradicionales enemigos con el mismo coraje que sus hermanos allende los Andes. La coordinación de las tropas chilenas y argentinas se fue consolidando durante la década de 1870 con las operaciones de los argentinos Mariano Bejarano y Adolfo Alsina en la pampa, que coincidieron, no por azar, con la ofensiva de Cornelio Saavedra en la zona mapuche chilena. A la muerte de Alsina, le sucedió en el Ministerio de Guerra el general Julio Argentino Roca, quien organizó la llamada "campaña al desierto", eufemismo propio de los conquistadores y de la burguesía ganadera "con olor a bosta de vaca", como decía Sarmiento, pues esa vasta zona estaba ocupada por los pueblos originarios no distantes de unos 300 kilómetros de la ciudad de Buenos Aires.
El coronel argentino Olascoaga -que había realizado con su colega chileno Cornelio Saavedra una exploración conjunta de la zona mapuche- presentó al general Roca un plan de operaciones. Estanislao Zeballos comentaba en su libro La conquista de las quince mil leguas -sugerente título, publicado en 1878- que estaba de acuerdo con "el sistema del coronel Saavedra para ocupar la línea del Toltén hasta Villarrica, e interrumpir la comunicación de los araucanos arribanos con los indios pampinos, con quienes estaban aliados en sus levantamientos (...) Si la cuestión de límites no fuera un estorbo, el patriotismo y el esfuerzo combinado de ambas repúblicas daría un resultado brillante y grandioso, porque mientras nosotros arrojábamos al sur del Río Negro a los araucanos del este o Puelches, Chile podía operar de acuerdo con nuestro ejército y marchar de frente del Malleco al Toltén, arrojando a los araucanos occidentales al sur de Valdivia".
Por encima de las cuestiones limítrofes, las clases dominantes chilena y argentina se pusieron de acuerdo para aplastar a uno de los principales pueblos originarios de ambos países. Mientras el ejército argentino ocupaba toda la pampa hasta Río Negro, los jefes militares chilenos tomaban Villarrica en la operación conjunta de 1883, aplastando la resistencia que habían sostenido tenazmente los mapuches durante más de tres siglos.



















CAPITULO TERCERO

III. LA SITUACIÓN ACTUAL DE LOS PUEBLOS MAPUCHES EN CHILE Y LA APLICACIÓN DE LA LEY ANTITERRORISTA DE PINOCHET

La utilización de la ley antiterrorista para juzgar a los mapuches acusados de actos de violencia viola las garantías procesales fundamentales, señalaron Human Rights Watch y la organización chilena Observatorio de Derechos de los Pueblos Indígenas en un informe publicado hoy.
El informe de 60 páginas titulado: "Proceso Indebido: Juicios Antiterroristas, Tribunales Militares y los Mapuche en el Sur de Chile", muestra cómo los mapuche acusados de terrorismo se enfrentan a juicios desiguales por delitos que no constituyen un peligro directo para la vida, la libertad ni la integridad física. La aplicación de procedimientos excepcionales establecidos en la ley antiterrorista para confrontar casos de violencia extrema es totalmente injustificado si se trata de juzgar delitos—mayoritariamente contra la propiedad—de los se acusa a los mapuche.
"La ley antiterrorista es inaplicable a estas conductas delictivas y además viola las obligaciones jurídicas de Chile de garantizar el respeto al legítimo derecho de todos, incluidos los mapuche, al debido proceso", señaló José Miguel Vivanco, Director Ejecutivo de la División de las Américas de Human Rights Watch. "Como si fuera poco, cuando los mapuche comparecen ante los tribunales militares, ya sean en calidad de acusados de delitos o víctimas de abuso, se enfrentan a una verdadera denegación de justicia".
En el informe de Human Rights Watch y el Observatorio de Derechos de los Pueblos Indígenas también se documentan casos de abusos policial contra los mapuche en el Sur de Chile. "Estos casos recurrentes no son propios de una sociedad democrática. Estos abusos deberían ser enfrentados por Carabineros y el gobierno con la mayor decisión para lograr su efectiva erradicación," dijo José Aylwin, Director del Observatorio de Derechos de los Pueblos Indígenas.
De hecho, los carabineros responsables de abusos y tratos degradantes contra los mapuche son juzgados por tribunales militares, los cuales tienen un historial de impunidad a favor de quienes violan los derechos de los mapuche. Adicionalmente, los mapuche acusados de violencia contra Carabineros, a pesar de ser civiles, también son juzgados por tribunales militares conformado por miembros de las Fuerzas Armadas.
En un juicio que se encuentra en curso en Temuco, siete acusados mapuche y una simpatizante no mapuche se enfrentan a cargos por supuestamente pertenecer a una asociación ilícita terrorista. Los mapuche están acusados de planear la comisión de una serie de atentados incendiarios contra bosques, campos, casas patronales y vehículos en tierras en disputa en la región de la Araucanía, en el Sur de Chile. Ninguno de estos delitos contra la propiedad alcanza la gravedad de un delito de terrorismo.
La ley con la cual están siendo juzgados los mapuche fue dictada por el General Augusto Pinochet en 1984 a objeto de enfrentar la creciente resistencia armada contra su régimen. De acuerdo con las nuevas disposiciones de esta ley, introducidas posteriormente durante los gobiernos democráticos, el delito de incendio puede considerarse atentado terrorista cuando su intención sea "producir temor en la población o en una parte de ella", aunque no constituya una amenaza directa contra la vida, la libertad o la integridad física.
Valiéndose de las disposiciones de la ley antiterrorista destinada a proteger a testigos, los jueces de Temuco han permitido que la fiscalía oculte a la defensa la identidad de al menos seis testigos, obstaculizando gravemente la capacidad de los acusados para cuestionar su testimonio y refutar los cargos que se formulan en su contra. Estos denominados "testigos sin rostro" han testificado en los tribunales detrás de pantallas y con micrófonos que distorsionan la voz, y sólo pueden ser vistos por fiscales y jueces.
El uso de testigos sin rostro viola el artículo 14 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos-ratificado por Chile-que garantiza a todo acusado el derecho "a interrogar o hacer interrogar a los testigos de cargo y a obtener la comparecencia de los testigos de descargo y que éstos sean interrogados en las mismas condiciones que los testigos de cargo".
En el año 2003, dos loncos o jefes comunales mapuche, Pascual Pichún Paillalao y Aniceto Norín Catriman, fueron condenados a cinco años y un día de cárcel por amenazas terroristas, gracias a las pruebas aportadas por testigos sin rostro. La Corte Suprema anuló una sentencia judicial previa que por unanimidad los había absuelto. Ahora los loncos se enfrentan nuevamente a cargos por asociación ilícita terrorista y podrían permanecer hasta 20 años en la cárcel si llegaran a ser condenados.
Durante los noventa, los mapuche empezaron a protestar en contra de las empresas forestales y propietarios agrícolas que desarrollan sus actividades en las tierras que ellos reclaman. Las tierras fértiles de las regiones de Bío Bío y Araucanía, territorio ancestral de los mapuche, ahora están cubiertas de plantaciones de pino y eucalipto que, según los mapuche, dañan el ecosistema del cual depende su vida tradicional.
Las protestas cobraron violencia a finales de la década de los noventa, con enfrentamientos entre grupos que ocupaban tierras disputadas y Carabineros, ataques contra camiones de compañías madereras y el incendio de edificaciones, cultivos y plantaciones de pino. Bajo una fuerte presión política, sucesivos gobiernos chilenos recurrieron a leyes de excepción cada vez más represivas para combatir la violencia.
Los acusados de terrorismo suelen estar en prisión preventiva durante más de un año antes que su caso llegue a juicio. Según la Constitución, si llegan a ser condenados, no pueden ostentar un cargo público, ocupar un puesto de enseñanza, ejercer posiciones de responsabilidad en sindicatos o empresas ni ejercer el periodismo durante quince años. Además, se les niega la posibilidad de obtener un indulto presidencial.
Aunque la comunidad internacional no ha acordado una definición precisa de terrorismo, se da por sentado que el término sólo se aplica a los crímenes más graves de violencia política: "el equivalente de un crimen de guerra en tiempo de paz", en palabras del experto de la Subdivisión de Prevención del Terrorismo de las Naciones Unidas, A.P. Schmid. El uso de la acusación de terrorismo para delitos cometidos en el contexto de los conflictos de tierras, que no tiene tal carácter, es inadecuado y refuerza los prejuicios existentes contra los mapuches.
Rodolfo Stavenhagen, Relator Especial de la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas sobre los pueblos indígenas, instó al gobierno chileno a no utilizar cargos tomados de otros contextos, como el terrorismo, "a hechos relacionados con la lucha social por la tierra y los legítimos reclamos indígenas".
Los mapuches, que por mucho tiempo han sido víctimas de discriminación en Chile, continúan sufriendo un trato abusivo o degradante cuando los Carabineros allanan sus comunidades para realizar detenciones y registros. En el informe se describe una serie de casos recientes de maltrato cometido por Carabineros encargados de proteger a testigos o en busca de sospechosos.
Los tribunales militares continúan investigando todas las denuncias de abusos cometidos por Carabineros en servicio activo, y dichas investigaciones rara vez culminan con el castigo de los responsables.
En el informe se insta al gobierno del Presidente Ricardo Lagos a promover legislación para restringir la jurisdicción de los tribunales militares únicamente a las infracciones militares. Dichos tribunales no cumplen las normas básicas de independencia e imparcialidad requeridas por los tratados de derechos humanos ratificados por Chile.
Human Rights Watch y el Observatorio de Derechos de los Pueblos Indígenas instaron al gobierno chileno a que sólo use la legislación antiterrorista frente a los crímenes más graves, implemente salvaguardas para proteger las garantías procesales de los acusados, y se revisen los casos de los mapuche condenados por actos de terrorismo.

3.1 ROOL FUNDAMENTAL DE LA ONU

El Comité de la ONU para la Eliminación de la Discriminación Racial expresó su preocupación por la aplicación de la ley antiterrorista a los mapuches, al estudiar el informe presentado por Chile a esta instancia.
La delegación chilena, encabezada por la ministra de Planificación, Paula Quintana, aseguró que desde la llegada de la democracia a Chile nunca se ha aplicado la legislación antiterrorista para hacer frente a peticiones o reivindicaciones sociales de la población autóctona, sino a actos delictivos que hubieran causado desórdenes públicos.
Agregó la representante chilena que bajo la actual administración de la presidenta Michelle Bachelet, la ley antiterrorista sólo ha sido invocada en dos ocasiones, para responder a hechos violentos y delictivos que causaron desórdenes, y que tuvieron lugar en las regiones de Biobío y La Araucanía. El relator del Comité para el examen del informe de Chile, Alexei Avtonomov, preguntó acerca de la aplicación de la ley antiterrorista, tras constatar que muchos mapuches han sido condenados por tribunales en virtud de esta norma por haber provocado incendios.
"Es importante que se distinga entre terroristas y delincuentes", señaló el relator.
Varios de los expertos inquirieron sobre esta ley antiterrorista y su aplicación a los mapuches y uno de ellos preguntó si "las personas enmascaradas que se oponen violentamente a las reivindicaciones de los mapuches también han sido juzgadas por la ley antiterrorista", mientras que otro miembro del comité denunció la construcción de plantas de tratamiento de desechos tóxicos en tierras de las comunidades mapuches
La ministra Quintana expuso, por su parte, los progresos obtenidos en Chile en cuanto a la devolución de tierras a las comunidades autóctonas, 650.000 hectáreas desde 1994. El comité emitirá sus conclusiones y recomendaciones el próximo 28 de agosto.
Por su parte, en marzo de 2007, el Comité de Derechos Humanos, órgano encargado de la supervigilancia del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos de 1966, en sus observaciones al informe de Chile, también denunció las prácticas criminalizadoras contra el movimiento social mapuche.
En este sentido, instó al Estado chileno a modificar la Ley N° 18.314 (conocida como ley antiterrorista). Además, en relación a los artículos 1 y 27 del Pacto, el Comité lamentó la información de que las "tierras antiguas" continúan en peligro debido a la expansión forestal y megaproyectos de infraestructura y energía, expresando que el Estado chileno debía realizar todos los esfuerzos posibles para que sus negociaciones con las comunidades indígenas lleven efectivamente a encontrar una solución que respete los derechos sobre las tierras de estas comunidades de conformidad con los artículos 1, párrafo 2, y 27 del Pacto, debiendo agilizar los trámites con el fin de que queden reconocidas tales tierras ancestrales, debidamente demarcadas.
También exhortó al Estado chileno a efectuar consultas con las comunidades indígenas antes de conceder licencias para la explotación económica de las tierras objeto de controversia y garantizar que en ningún caso la explotación de que se trate atente contra los derechos reconocidos en el Pacto. En 2004, el Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales ya había formulado observaciones en el mismo sentido.
























BIBLIOGRAFÍA


• VITALE, Luis. “Medio Milenio de Discriminación al pueblo Mapuche”. Santiago 1999. Edit. Oreste Plath. 86 Págs.


• GÓMEZ, Magdalena.”Derecho Indígena”. 1997. Edit. INI. Págs.


• EN http://www.mapuche.info/news/merc080225.html


• EN http://www.mapa.uchile.cl/artesamapuche/historia.htm


• EN http://indigenasmap.blogspot.com/

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